Madrugada

Llovizna suavemente
se puede palpar en las calles mojadas
el mustio desamparo de la noche.
Los que trabajan, al compás de un tango,
los que no,
caminamos solitarios
todavía con sabor al último café
todavía con el eco de las últimas palabras
deambulamos profundos, ensimismados
bajo el desolado silencio de esta madrugada
o esperamos.

Llovizna suavemente
no tenemos ni una estrella
para poner nuestros sueños.
Las hojas se estremecen ruidosas
en los árboles copudos
los grillos, rítmicos,
cantan
mientras esta llovizna
-casi nada-
toca las cuerdas melancólicas del alma.